La estructura de la investigación e innovación del conocimiento producido en el Programa se organiza en cinco Campos de conocimiento (que equivalen a las Líneas de Generación y Aplicación del Conocimiento).
Han sido concebidos a partir de criterios de periodización flexibles que abordan tanto por su temporalidad como por su designación la Historia de México y la mundial.
Por su parte, las líneas de investigación oficiales son:
En realidad son denominaciones genéricas que incluyen las específicas y que permite incorporar enfoques y contenidos especializados acordes con las necesidades sociales y problemáticas actuales, como son los estudios de grupos poco estudiados en la historiografía oficial, como los pueblos indígenas, los migrantes; la historia de género, la sexualidad, las mujeres y los LGBT+; de las desigualdades, violencias y resistencias; de la democracia, los derechos humanos, la migración, el exilio y el periodismo; de la educación, la ciencia y la tecnología; del derecho, la criminalidad y la justicia; la historia intelectual, del discurso, lo imaginario y las representaciones; del cuerpo, los sentidos y las emociones; la historia de las religiones, la militar, la urbana, la ambiental y de la alimentación; la historia del arte como expresión cultural, social y política; la historia regional, la cotidiana, la microhistoria, la paleografía, la epigrafía, la archivística, la genealogía, la oral, la memoria histórica, entre otras. La combinación de campos de conocimiento y líneas de investigación permite atender problemáticas específicas.
La combinación de los campos de conocimiento y las líneas de investigación, permiten al alumno inscribir sus proyectos de tesis bajo una óptica de múltiples y variadas posibilidades, acordes a sus intereses particulares. De esta manera, la idea es que el estudiante establezca un diálogo teórico-metodológico entre los campos de conocimiento y otras disciplinas afines y que genere un conocimiento inter, multi y transdisciplinar de vanguardia al tiempo que tenga una incidencia social para atender problemáticas nacionales a través del fortalecimiento de la cultura y las humanidades, no solo a través de la investigación, sino del rescate y resguardo patrimonial, la educación y la divulgación.
Las investigaciones de los alumnos del Programa de doctorado, fortalecen la cultura y las humanidades, y a partir de ello tienen una incidencia social en los PRONACE, principalmente en el de “Memoria histórica y riqueza biocultural”. Asimismo, 39 (65%) de las investigaciones de los graduados de las generaciones del Plan vigente (de la 2012 a la 2016), y 46 (36%) de las de alumnos vigentes o en proceso de graduación llevan tienen incidencia en PRONACES como “Violencias estructurales y desigualdades”, 13 (21.66%) en “Educación para la inclusión y la paz”, 6 de los graduados (10%) en “Movilidad y derechos humanos”, aunque también algunas investigaciones inciden en áreas como “Soberanía alimentaria”, “Sistemas socioecológicos y sustentabilidad”, “Agentes tóxicos y procesos contaminantes”, Agua, “Ciudades sustentables”.
El estudio de la Teoría e Historia de la Historiografía ha formado parte de los planes y programas de estudio, tanto profesionales como de posgrado en Historia, desde hace seis décadas. Asimismo, es una línea de investigación consolidada a partir de los trabajos señeros de grandes maestros como Edmundo O’Gorman y Juan A. Ortega y Medina. El estudio de la Teoría e Historia de la Historiografía debe conducir a la reflexión teórica sobre la historia, actividad fundamental para el mejor desarrollo de quienes pretenden ejercer como historiadores. Así, la Teoría y la Historia de la Historiografía son medio y fin: medio, porque coadyuvan a una mejor comprensión de la tarea histórica; fin, porque la investigación sobre ella como objeto de estudio forma parte del trabajo de los historiadores.
De acuerdo con la influyente revista History & Theory, la Teoría de la Historia, asociada con la Historiografía, comprende los siguientes campos: Filosofía crítica de la Historia, que abarca problemas de causalidad, explicación, interpretación y objetividad; Filosofía especulativa de la Historia, que puede incluir problemas de historia global y procesos históricos comparativos; Historia de la Historiografía, que incluye la teoría y la práctica de los historiadores de todos los tiempos, así como el rescate y la edición de textos; metodología historiográfica, examen de textos, hermenéutica, narrativa, estilística, epistemología; teoría crítica, derivada de las diversas corrientes de pensamiento; tiempo y cultura, concepciones de la Historia y la humanidad en el tiempo y en los diferentes espacios, e interdisciplina, esto es, interacciones entre la Historia y las Ciencias Naturales y Sociales y las Humanidades. Esta amplia gama de problemas derivados del trabajo sobre el pasado, herramienta indispensable para los alumnos, no sólo puede, sino que debe ser investigada por los historiadores y por quienes establezcan puentes interdisciplinarios con ellos. De ahí que constituya un campo de conocimiento fundamental dentro de los estudios de Posgrado en Historia, por lo que se establece como obligatorio cubrir dos actividades académicas de la maestría en este campo.
Los temas de este campo de conocimiento corresponden a periodos que, dependiendo de la cultura de que se trate, coinciden con tiempos que van de la antigüedad a la Edad Media europeas. En este devenir ocurrieron acontecimientos cuya trascendencia está fuera de toda duda y cuyos resultados son parte constitutiva del mundo de hoy. La sedentarización y el surgimiento de la agricultura fueron procesos culturales que revolucionaron sustancialmente la existencia del hombre. Otro tanto puede decirse de la aparición de las ciudades. A lo largo de tales procesos surgieron instituciones políticas, sociales y culturales que son fundamento de nuestra realidad. Lo mismo ocurre con el desarrollo en diferentes civilizaciones, de diversos sistemas de escritura que fueron elementos de importancia innegable en los procesos culturales e ideológicos de las sociedades antiguas.
Cabe destacar que este campo de conocimiento permitirá al estudiante acercarse al estudio de las antiguas culturas del mundo, primordialmente de las mesoamericanas, cuyo estudio es de importancia incuestionable para la explicación de la historia mexicana.
A estas antiguas culturas se suma el estudio del medievo europeo. Este periodo histórico es fundamental para occidente, pues allí se gestaron instituciones cuyo conocimiento resulta imprescindible para entender la realidad de hoy. Baste citar los cambios rotundos que se dieron a partir de la caída del Imperio Romano y la presencia de grupos de cultura distinta, el posterior tránsito, lento y definitivo de feudalismo al capitalismo.
Este periodo abarca los siglos XVI al XVIII y en él las más diversas culturas vivieron una serie de cambios que sentaron las bases de lo que se ha llamado “modernidad”.
En Occidente las rupturas trastocaron el orden medieval: la aparición del protestantismo en el norte partió en dos a Europa y forjó dos visiones encontradas no sólo de la religión sino también de la percepción del hombre; con el individualismo y el afán de lucro, propiciados por el capitalismo naciente y por la burguesía, se gestó un mundo basado en valores económicos sobre aquellos de orden religioso; las monarquías supranacionales se consolidaron gracias a la instauración de un aparato cortesano que les permitió someter a las noblezas feudales pero que generaron fuertes conflictos bélicos con el fin de mantener el equilibrio de las fuerzas geopolíticas; la secularización de la vida y el cientificismo le dieron un nuevo valor al papel del hombre en el mundo; la aparición de la imprenta transformó los sistemas comunicativos e influyó poderosamente en los esquemas religiosos, científicos, filosóficos, políticos, artísticos y literarios.
Finalmente, en este periodo la cultura occidental inició un proceso de expansión hacia los otros continentes. Fue entonces que los crecientes contactos con Asia y las primeras factorías europeas en esas tierras, confrontaron a Occidente con Oriente ocasionando profundos cambios en ambas regiones. África, que apenas recibió el impacto europeo en su franja costera, se convirtió en abastecedora de mano de obra esclava; América quedó incluida en el ámbito de la cultura occidental en este periodo; dicho proceso a su vez modificó el orden mundial.
Las dos Europas (la protestante y la católica) generaron dos Américas: la anglosajona, forjada en buena medida a partir de la emigración de disidentes religiosos; y la ibérica, organizada con base en los intereses imperiales de las coronas española y portuguesa y de la Iglesia romana. Nueva España, el Caribe, los territorios andinos y Brasil quedaron insertos desde el siglo XVI en los procesos cambiantes que se generaban en la cultura occidental e iniciaron la asimilación a ella de las sociedades nativas y de las poblaciones africanas trasladadas como mano de obra esclava a América. La pluralidad étnica y cultural de la América ibérica y la lejanía de sus metrópolis, entre otras cosas, propiciaron la formación de sociedades mixtas en las que conviven algunos aspectos de las sociedades tradicionales sobre la base de la modernidad. En la América Sajona la pluralidad étnica y cultural adquirió otras características. Sobre estos principios Europa y América, en distintas circunstancias, transitaron hacia el siglo XIX.
Estudia los procesos que dieron origen a las sociedades contemporáneas. La continuidad de las ideas individualistas y su concreción en diversas propuestas de renovación espiritual y política desembocaron en los proyectos ilustrados sobre la educación y la transformación social. El conjunto de las revoluciones atlánticas, cuyo caso más extremo fue la Revolución Francesa y antes la independencia de los Estados Unidos, generaron un reacomodo de la realidad geopolítica mundial. La movilización popular representó un nuevo agente en las disputas políticas.
El liberalismo, como bandera de las transformaciones sociales, económicas y políticas, propició el desarrollo de los nacionalismos y el surgimiento de movimientos de unificación como los de Italia y Alemania, o de liberación, como el de los Balcanes. En Hispanoamérica, las pugnas entre las tendencias tradicionalistas y renovadoras iniciadas desde la época colonial siguieron afectando a los países recién independizados. La América anglosajona, por medio de la inmigración y su expansión territorial, confirmó su vocación imperialista tras resolver su guerra civil. Las reacciones a los afanes transformadores del liberalismo propiciaron otras formas de nacionalismo en China, Japón, India y Rusia.
Las revoluciones industriales consolidaron al capitalismo como un sistema mundial y crearon un nuevo orden internacional, en el cual los imperios coloniales, francés, inglés y holandés, se disputaron el control de los mercados. El progreso material ocasionado por el auge de nuevos inventos y nuevas tecnologías propició una industrialización acelerada. Estos procesos agudizaron las diferencias sociales. La consolidación del proletariado generó ideologías y movimientos sociales que se tradujeron en la búsqueda de justicia social (el anarquismo, el socialismo y el comunismo).
Paralelamente hubo grandes innovaciones en el ámbito de la cultura que han dejado huella hasta nuestros días. La ciencia, el arte, la filosofía y la religión se vieron marcadas por una nueva concepción de la Historia y de la naturaleza con una percepción ética e individualista, una filosofía racionalista que desembocó en el escepticismo, una versión del arte basada en la emotividad y la intuición y un gran optimismo en la razón y los logros de la ciencia y la tecnología como base del progreso.
En Europa, el siglo XX estuvo profundamente marcado por la Gran Guerra. El llamado siglo corto arranca en 1914. El periodo de entreguerras fue una época de grandes convulsiones sociales, políticas y económicas que generaron un mundo binario enfrentado entre las alternativas del mundo capitalista y las del mundo comunista, surgido a partir de la revolución de octubre. Dicho enfrentamiento incluyó a los países de Europa y Asia y afectó a los de África y América. En el periodo posterior a la Segunda Guerra, a pesar de que dicho enfrentamiento en ocasiones acercó al mundo a una debacle, es posible observar un gran desarrollo que abarcó todos los campos de la vida humana.
El proceso descolonizador de África generó el surgimiento de nuevas naciones independientes que acusaron pronto las debilidades de los nuevos países, sumergidos en muchos casos en guerras civiles y dictaduras políticas. En el periodo posterior, a partir de los años sesenta y setenta, la crisis del llamado bloque socialista generó un proceso de transnacionalización de la economía y la cultura que de diversos modos implicó al orbe entero. En este tramo del siglo XX el desarrollo del libre mercado no impidió que el mundo entrara en nuevas y profundas crisis económicas, de desempleo masivo y empobrecimiento de numerosos países y amplios grupos sociales y que las potencias imperialistas sufrieran un pronunciado declive que permitió el surgimiento de nuevas potencias en Asia e India. El siglo concluyó con el brote de una extrema violencia e inestabilidad, contexto en el que inicia el nuevo milenio.
Para México, el siglo XX arranca de modo específico con la Revolución Mexicana, acontecimiento fundador que reformularía por entero el desarrollo nacional y que dio lugar a tres décadas de inestabilidad y al surgimiento de un nuevo Estado, que en el periodo constitucionalista formuló un proyecto de desarrollo modernizador. El surgimiento de un partido de Estado marcó profundamente el desarrollo económico y social en las décadas posteriores y generó numerosos reclamos sociales que engendraron nuevos conflictos, los cuales se expresaron a partir de los años cincuenta y con mayor intensidad en los movimientos estudiantiles y populares de los años sesenta y setenta.
El análisis historiográfico consiste en someter una o varias obras de historia a un cuestionamiento que nos permita aclarar los conceptos fundamentales del autor en torno a la disciplina. Se propone desentrañar cómo se ha conceptualizado la historia a través del tiempo, en cada época, cuál es la corriente asumida por los historiadores, cuáles sus métodos, propósitos, fuentes, explicaciones, etc. La Historiografía tiene, así, un objeto de estudio propio y una metodología que permite a los historiadores reflexionar sobre su quehacer profesional.
El hecho de que el objeto de estudio histórico sean los sucesos del pasado que son irrepetibles y no pueden ser observados implica una serie de consideraciones epistemológicas de las cuales se ocupa la Teoría de la Historia, entre otros problemas, los relativos a la objetividad, la explicación, la causalidad y la interpretación. Asimismo, a través de la Filosofía de la Historia se pueden estudiar los problemas ontológicos, teleológicos y deontológicos de la disciplina, así como de qué manera se ha percibido a través del tiempo el devenir humano, el desarrollo de las sociedades.
Desde hace varias decenas de años, las críticas que se hicieron a la Historia positivista a partir del marxismo, el historicismo y de las propuestas de la revista francesa Annales, condujeron a que se renovara y profesionalizara el trabajo de los historiadores. “La nueva Historia” abrió las posibilidades del trabajo disciplinar al proponer que debía realizarse a través del planteamiento de problemas; que podía efectuarse sobre cualquier actividad humana y que predominantemente debería ser social y no individual, insistiendo, además, en la necesidad de hacer la historia de “los de abajo”, de los grupos marginales. Para lograr lo anterior se propuso utilizar toda clase de fuentes que significaran una huella del pasado de los hombres —no sólo los documentos oficiales—, el trabajo en equipo y la colaboración con otras disciplinas tales como la Sociología, la Economía, la Geografía y la Antropología, entre otras.
Esta apertura dio paso a un sinnúmero de denominaciones: Historia de las mentalidades, Historia de género, Historia del imaginario, Historia de lo cotidiano, Historia total, Historia de familias, Historia intelectual, Microhistoria, Historia regional, Historia de la ciencia, por no insistir en Historia antropológica o Historia sociológica, entre otros muchísimos apelativos. En este caso, hemos optado por denominaciones genéricas que puedan incluir las específicas.
De manera amplia puede afirmarse que es el estudio de las actividades económicas del pasado, pero aplicando metodologías y enfoques particulares es posible distinguir el examen del pensamiento o las ideas económicas, la persistencia de las estructuras, las transiciones, las crisis, y los mercados, así como el análisis de las actividades agraria, industrial, financiera, crediticia y comercial. O bien la investigación sobre los transportes, las comunicaciones, o el trabajo y los empresarios, o la relación de los medios de producción con las fuerzas productivas. Incluye también la cliometría, que, a través del análisis estadístico y econométrico analiza los procesos económicos del pasado.
Aunque relegada en los primeros tiempos por la “nueva Historia”, se ha vuelto al estudio de los procesos políticos debido a la relevancia que en algunos periodos tiene la política, pero con una mirada más social. Esta parcela investiga las relaciones complejas y variables que establecen los hombres en relación con el poder, lo cual implica atender los modos de organización y de ejercicio del poder político y las configuraciones sociales que vuelven posibles esas formas políticas y las que, a su vez, son engendradas por ellas. También se refiere al análisis de las ideas, movimientos, instituciones y líderes. Su propósito central es el estudio del poder en su dimensión pública.
Íntimamente ligada a las otras subdivisiones de la Historia, la Historia social se ocupa de investigar sobre las sociedades. Para 1971 el historiador Eric Hobsbawn propuso las siguientes subdivisiones: demografía y parentesco; estudios urbanos; las clases y sus conflictos; estudio de mentalidades; transformaciones sociales, y los movimientos sociales y de protesta. Sin embargo, constantemente están apareciendo nuevos objetos de estudio vinculados con la historia económica, la política y la cultural. Puede entonces hablarse del estudio de los de abajo, la microhistoria, el género, la locura, la criminalidad, etc. Estos nuevos temas conducen a una redefinición constante de la Historia social, dependiendo de los conceptos teóricos que se adopten.
Sin excluir el sentido tradicional de Historia de la cultura como el estudio de las expresiones artísticas o la sabiduría de las elites, hemos optado por la expresión historia cultural por ser más amplia y para incorporar concepciones más actuales, fundamentalmente derivadas de la antropología, que consideran a las culturas —en plural y sin emitir juicios de valor—, como artefactos, artículos, procesos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados o lo cultural como la dimensión simbólica de toda experiencia humana, de la acción social, que pueden ser estudiados por la historia. A partir de estas ideas se puede incluir el arte, la cultura material, la Filosofía, las mentalidades, lo cotidiano, la reproducción cultural, la cultura política, las prácticas, las representaciones, el imaginario social, la adaptación, las resistencias, entre otros muchos procesos de interés para la disciplina.